Las personas pasan excesivo tiempo ejecutando tareas para las que no están formadas adecuadamente o, sencillamente, no son de su agrado. Tuve dos sesiones de formación con un colaborador, para enseñarle un procedimiento de trabajo específico, centrándome en sus fortalezas. Finalizado el supuesto práctico, me sentí feliz del resultado obtenido por el pupilo.
De vuelta a casa, reflexioné acerca de qué pueden hacer los directivos, coordinadores, responsables de equipo…, para fructificar el talento que habita en nuestras instituciones. Puede que muchos ejecutivos sigan obsesionados con las flaquezas de sus trabajadores y con la forma de sortearlas o impedirlas, en vez de ubicar a su personal en puestos donde puedan estrujar su poderío profesional.
Tal vez, un primer movimiento consistiría en determinar dónde sobresale nuestro colaborador o colaboradora, cuáles son sus firmezas, qué actividades asimila de forma resuelta, cuáles son sus capacidades naturales, qué procesos les son más gratificantes… Un directivo proactivo sí se ocupará de los talentos individuales y grupales de su equipo, para rentabilizar al máximo el aporte de valor que se realiza a la empresa y, por derivación, a la sociedad (imagen incorporada posteriormente; fuente: pixabay).