A principios del año 2004, un viticultor y bodeguero, preocupado por mi futuro profesional, me dijo que debía “aprender a nadar con la ropa guardada”. En su opinión, me zambullía en el maremágnum empresarial sin preocuparme de recoger convenientemente la ropa, es decir, cuidar mi posición o imagen exterior, tener preparado otro trabajo para cuando finalizara el actual, etc. Con independencia que el hombre no sabía exactamente cuál era mi función real en ese programa, tenía razón en la interpretación de que prefería cerrar un proyecto y luego empezar a buscar otro trabajo. Incluso en el perfil de profesional independiente, cuando las propuestas te exigen cierta exclusividad durante la ejecución, me es complicado buscar de forma paralela otra demanda; es como si fuera infiel a mi cliente o empresa actual. Sin embargo, tienen razón aquéllos que armonizan nadar en la cambiante, vacilante y turbulenta agua, con asegurarse caminos futuros por si el actual no cuadra con las expectativas o salvarse las espaldas ante injustas imputaciones de actos o exigencias de responsabilidad. No se es desleal, indigno o hipócrita, simplemente estás “guardando la ropa” (imagen incorporada posteriormente; fuente: pixabay).