Leo en la Wikipedia, que "mala leche" es "una expresión vulgar que generalmente se aplica al mal carácter de la persona aludida. Según el contexto puede indicar que alguien actúa de mala fe ("una persona tiene mala leche") o que alguien está de mal humor ("una persona está de mala leche"). El origen de esta expresión se basa en la creencia de que la leche materna influye en la personalidad del bebé". A veces, en determinados círculos, cuando se comenta el perfil de tal o cual directivo/a, podemos escuchar frases del tipo “Le falta mala leche”, como si este atributo diferenciara a los ejecutivos del montón de los instalados en la “excelencia directiva”. Realmente, si recordamos la frase de Arriortúa (ver post No está el mañana en el ayer escrito), "Todos los días en África se levanta un león, sabe que tiene que correr más que la gacela más rápida o morirá de hambre. Todos los días en África se levanta una gacela, sabe que tiene que correr más que el león más lento o morirá de hambre. Da igual que seáis leones o gacelas, cuando salga el sol lo mejor es que os encuentre corriendo”, algo de picardía hay que tener en esta jungla, pero de ahí a tener “mala leche”, debe existir una gruesa línea, sustentada en una ética empresarial o profesional de actuación.
Estoy de acuerdo que en los negocios es imprescindible la confrontación, siguiendo unas reglas o pautas de conductas. Si utilizas malas artes, mala leche, entramos en terreno mafioso, ilegal. Sin embargo, escribe Kerry J. Sulkowicz, en The Art of Confrontation, BusinessWeek, que muchos directivos descartan la vía de la confrontación como forma de evitar mostrar reproche, desautorización, e incurrir en situaciones en las que se pueda desatar la ira. Para estos empresarios, la agresividad es peligrosa y vergonzosa, y el criticismo, hiriente. ¿Por qué? Porque piensan que en los negocios es necesario ser asertivo para acordar contratos, impugnar trabajos mal elaborados, amonestar estrategias e, incluso, cesar o amparar a colaboradores. Apunta Kerry que tal vez la clave de la confrontación, se encuentre en propiciar empatía con la persona través de hechos en vez de impresiones, proponiendo alternativas, orientando la crítica hacia la acción, no hacia el actor, y, en síntesis, edificando un contexto de respeto y sostén (Fuente de la imagen: sxc.hu).
Estoy de acuerdo que en los negocios es imprescindible la confrontación, siguiendo unas reglas o pautas de conductas. Si utilizas malas artes, mala leche, entramos en terreno mafioso, ilegal. Sin embargo, escribe Kerry J. Sulkowicz, en The Art of Confrontation, BusinessWeek, que muchos directivos descartan la vía de la confrontación como forma de evitar mostrar reproche, desautorización, e incurrir en situaciones en las que se pueda desatar la ira. Para estos empresarios, la agresividad es peligrosa y vergonzosa, y el criticismo, hiriente. ¿Por qué? Porque piensan que en los negocios es necesario ser asertivo para acordar contratos, impugnar trabajos mal elaborados, amonestar estrategias e, incluso, cesar o amparar a colaboradores. Apunta Kerry que tal vez la clave de la confrontación, se encuentre en propiciar empatía con la persona través de hechos en vez de impresiones, proponiendo alternativas, orientando la crítica hacia la acción, no hacia el actor, y, en síntesis, edificando un contexto de respeto y sostén (Fuente de la imagen: sxc.hu).