Ayer domingo estuve conviviendo unas gratas horas con una respetada persona, que no veía desde hace bastante tiempo. Disfrutando de un expediente de escándalo, recién finalizada la diplomatura, se incorporó en el departamento de facturación de una multinacional de reconocido prestigio. Envidia sana le teníamos todos/as. Una década y pico después, se encontró con un desfase horario, en cuanto a su formación, respecto a muchos de nosotros. Cierto que su especialización había sido de órdago, pero actuó como un arma de doble filo. Llegó una reestructuración en su otrora querida organización y varios de sus amigos le aconsejamos que se tirara a la piscina, que no se estaba tan mal y que era mentalmente joven y podía aprender a nadar de nuevo.
Con la arenga emocional que le dimos, se lanzó. Lo pasó realmente mal, pero cuando cambió el chip de mono – verticalidad, es decir, una empresa para toda la vida y subiendo puestos, a pluri – lateralidad , en el sentido de cambiarse a otra u otras empresas y promocionarse horizontal y lateralmente, poco a poco fue sacando la cabeza y empezó a respirar de nuevo. Su especialización inicial le sirvió de catapulta para avanzar y venderse, pero en otras empresas. Asimismo, su capacidad de adaptación a las tecnologías existentes y la cada vez más rápida asimilación de nuevos conceptos y soluciones, han hecho de él un renovado profesional, puede que más sólido que el diplomado que conocí (Fuente de la imagen: sxc.hu).