El emisor intenta trasladar con palabras, gestos, símbolos, ... un mensaje al receptor y éste puede interpretar otro mensaje distinto. Por eso, en el momento comunicativo que consideres oportuno, es bueno cerciorarse que el emisor ha recibido la información, para que no haya lugar a interpretaciones inadecuadas o desafortunadas. Es un error en el que se suele caer: pensar que los demás nos han entendido. Para reducir el riesgo, suelo realizar dos preguntas, ¿Me he explicado bien? ¿Qué he querido decir? De esta forma, procuro cerciorarme que mi receptor ha captado realmente lo que pretendía comunicar.