Todo se vuelve obsoleto en algún instante. Hace un tiempo se hablaba de la obsolescencia de los sindicatos. Más tarde, ayudado por las ingentes cantidades de fondos europeos para la formación continua, utilizados en parte para, presuntamente, pagar sus infinitos cuadros organizativos y faraónicos proyectos sindicales, se decía que habían entrado en un proceso de búsqueda de su “yo” interior. Hoy, después de leer y escuchar a los medios de comunicación sobre las abandonadas mesas de negociación en España, tal vez ha comenzado la obsolescencia de las organizaciones empresariales, las cuales, también parecen haber estado narcotizadas por ingentes caudales de ayudas y fondos de la Administración Pública, ya sea ésta estatal, regional, provincial o local y que, presuntamente, posibilitan el mantenimiento de sus ricos organigramas funcionales, stafs incluidos, así como sedes y demás infraestructuras operativas. Puede que si seguimos a este ritmo de desencuentros, hipocresías y vanidades, mañana entre en obsolescencia la propia Administración Pública y los gobiernos de turno que la gestionan (gif de gifanimados.com).