Ahora más que nunca, necesitamos afinar en la toma de decisiones y creemos que burlar el riesgo a errar el tiro, se encuentra en la clara definición que tengamos de la estrategia empresarial a corto y medio plazo. Ayer, mientras leía en Internet la definición de “agujero de gusano” y su plausibilidad, en el sentido que son posibles dentro de la relatividad general, concluí que esa visión estratégica del negocio no es suficiente en las elecciones de todo tipo, sino que para atinar en la diana hay que pensar en la humanidad de las personas que deciden, es decir, la influencia emocional del día a día influye directamente en el paquete diario de micro-decisiones que conforman el cuadro de mando de un gerente, ejecutivo o directivo.
En una jornada de trabajo, cuando mi cerebro y mi corazón se cruzan y salta el conflicto, a veces y por multitud de factores o condicionantes que hoy no vienen al caso enumerar, gana el corazón ¿Cuantifico esa variable influyente en mi matriz de decisión? Lo mismo que las teorías sobre la métrica de los agujeros de gusano describen la geometría del espacio tiempo de un agujero de gusano y sirven de modelos teóricos para el viaje en el tiempo, en el caso que nos ocupa, necesito una herramienta decisoria con la que me vea forzado a elegir continuamente entre mi corazón y mi cerebro, conjugando de una manera efectiva la racionalidad con la intuición (imagen incorporada posteriormente; fuente: pixabay).