Acompañé a un consultor, coordinador de una línea de servicios profesionales que pretendo fomentar, a la visita de trabajo a un cliente. En un momento de la reunión y a la vista de varias divisiones de actividad (limpieza, catering, …), pregunta el colaborador: ¿Tenéis varias sociedades? – No -, respondió sin paliativos la directiva: Todas las líneas de negocio se encuentran desde hace muchos años bajo el paraguas de una misma razón jurídica. Esbocé una amplísima sonrisa. Me sentí orgulloso de mi cliente e intercambié con mi compañero una mirada de satisfacción. Sé que hace años he escrito sobre tropecientas mil empresas en el organigrama societario del “grupo X”, que se cree líder del “sector Y”. Lo que pasa es que son 1.400 posts en este blog y otros tantos en otras bitácoras, por lo que la memoria no alcanza a recordar el momento. El caso es que desde que tuve uso de razón en los temas económicos, financieros y mercantiles, nunca he terminado de entender el porqué crear una sociedad (S.L. S.A., …) por cada nueva actividad que se ponía en marcha, ya fuera una promoción de viviendas, una empresa de formación, una editorial, una de tecnologías, una actividad agroindustrial, etc.
Las excepciones sí las comprendo, ya sean motivadas por imperativo legal, región peculiar, adjudicación, objeto social, compra, requisitos específicos, etc. También, en casos de liderazgo especial de algún directivo, propietario de marca o promotor, se entiende que haya que recurrir a ese recurso mercantil. Pero, quitadas esas situaciones, pare usted de contar. Que conste que en el pasado, con mi torpe expresividad, he consentido acciones en esa línea – el que no se explica adecuadamente, otorga -, pero los que me conocen saben que en los foros adecuados sí he expresado mi opinión, a veces con vehemencia, con sentimiento, diría, que se resume en el siguiente planteamiento o frase: visión de corto o de largo alcance. En el corto plazo, igual los acreditados y presuntos excelentes asesores fiscales hasta tenían razón, pero si verdaderamente el empresario quería consolidar un proyecto a medio y largo plazo, esos artificios contables (inversiones de una empresa a otra, presuntas cesiones ilegales de personal, traslado de facturación de un negocio a otro, etc.) y fiscales, lo que generaban, en la mayoría de los casos, es pérdida de energía empresarial (económica, financiera, comercial, operativa e, incluso, fiscal), desorientación de clientes, proveedores, entidades financieras, trabajadores y terceros en general y, al pasar del tiempo, la constatación del refrán: “pan para hoy y hambre para mañana, por no decir "partos mentales", a lo Gunter Grass.
A propósito, y a título de ejemplo, comento que desde hace unos meses, en mi ámbito territorial de actuación, me llegan rumores (mentideros de buena tinta), de que tal grupo empresarial, de esos de tropecientas mil sociedades en cada sector y con un espléndido y colorido organigrama societario a la entrada de su sede y en su página web corporativa, está procediendo a la fusión de empresas de una misma línea de actividad. Años después, obligado o no y como no tengo abuela, diré que se me da la razón. Probablemente, los altos directivos, asesores, familias, allegados y camarilla, habrán argumentado ante el “number one” la necesidad de esta cirugía empresarial para afrontar, reordenados, la crisis que vivimos, justificando así expedientes de regulación de empleos (ERES) oficiales o encubiertos, desastres organizativos tapados por los ingentes beneficios obtenidos en ejercicios anteriores, y, mediante una palmadilla emocional en la espalda, echan sobre el lomo de los trabajadores que hayan elegido librar de la siega, las horas de producción de los que han sido o van a ser a corto plazo despedidos, con presunta premeditación y alevosía, para mantener o incrementar el nivel de beneficios (a río revuelto, ganancia de pescadores) o intentar tapar lo siempre evidente, por mucho que se jacte el "equipo" que habita en el ala noble de ¡Qué guapo soy y qué tipo tengo! Que tengas un reparador fin de semana; a mí me toca arreglar la "aspiración a jardín" y quitar trastos de en medio.
Las excepciones sí las comprendo, ya sean motivadas por imperativo legal, región peculiar, adjudicación, objeto social, compra, requisitos específicos, etc. También, en casos de liderazgo especial de algún directivo, propietario de marca o promotor, se entiende que haya que recurrir a ese recurso mercantil. Pero, quitadas esas situaciones, pare usted de contar. Que conste que en el pasado, con mi torpe expresividad, he consentido acciones en esa línea – el que no se explica adecuadamente, otorga -, pero los que me conocen saben que en los foros adecuados sí he expresado mi opinión, a veces con vehemencia, con sentimiento, diría, que se resume en el siguiente planteamiento o frase: visión de corto o de largo alcance. En el corto plazo, igual los acreditados y presuntos excelentes asesores fiscales hasta tenían razón, pero si verdaderamente el empresario quería consolidar un proyecto a medio y largo plazo, esos artificios contables (inversiones de una empresa a otra, presuntas cesiones ilegales de personal, traslado de facturación de un negocio a otro, etc.) y fiscales, lo que generaban, en la mayoría de los casos, es pérdida de energía empresarial (económica, financiera, comercial, operativa e, incluso, fiscal), desorientación de clientes, proveedores, entidades financieras, trabajadores y terceros en general y, al pasar del tiempo, la constatación del refrán: “pan para hoy y hambre para mañana, por no decir "partos mentales", a lo Gunter Grass.
A propósito, y a título de ejemplo, comento que desde hace unos meses, en mi ámbito territorial de actuación, me llegan rumores (mentideros de buena tinta), de que tal grupo empresarial, de esos de tropecientas mil sociedades en cada sector y con un espléndido y colorido organigrama societario a la entrada de su sede y en su página web corporativa, está procediendo a la fusión de empresas de una misma línea de actividad. Años después, obligado o no y como no tengo abuela, diré que se me da la razón. Probablemente, los altos directivos, asesores, familias, allegados y camarilla, habrán argumentado ante el “number one” la necesidad de esta cirugía empresarial para afrontar, reordenados, la crisis que vivimos, justificando así expedientes de regulación de empleos (ERES) oficiales o encubiertos, desastres organizativos tapados por los ingentes beneficios obtenidos en ejercicios anteriores, y, mediante una palmadilla emocional en la espalda, echan sobre el lomo de los trabajadores que hayan elegido librar de la siega, las horas de producción de los que han sido o van a ser a corto plazo despedidos, con presunta premeditación y alevosía, para mantener o incrementar el nivel de beneficios (a río revuelto, ganancia de pescadores) o intentar tapar lo siempre evidente, por mucho que se jacte el "equipo" que habita en el ala noble de ¡Qué guapo soy y qué tipo tengo! Que tengas un reparador fin de semana; a mí me toca arreglar la "aspiración a jardín" y quitar trastos de en medio.