Un karateka preguntó a su Sensei: ¿Cuál es la diferencia entre un hombre del Do (camino) y un hombre insignificante? El Sensei respondió: "Cuando el hombre insignificante recibe el primer Dan, corre rápidamente a su casa gritando a todos el hecho. Después de recibir su segundo Dan, escala el techo de su casa, y lo grita a todos. Al obtener el tercer Dan, recorrerá la ciudad contándoselo a cuantas personas encuentre." El Sensei continuó: "Un hombre del Do que recibe su primer Dan, inclinará su cabeza en señal de gratitud; después de recibir su segundo Dan, inclinará su cabeza y sus hombros; y al llegar al tercer Dan, se inclinará hasta la cintura, y en la calle, caminará junto a la pared, para pasar desapercibido. Cuanto más grande sea la experiencia, habilidad y potencia, mayor será también su prudencia y humildad" (fuente: Wikipedia).
Me crucé con el Karate hace ahora veinticinco años. Después de una breve estancia en un dōjō, apañé un compendio, escrito por el maestro Nakayama, alumno de Gichin Funakoshi, considerado padre del karate moderno, y hasta hoy, intentando infructuosamente traspasar la línea de "ser" banal, trivial o insignificante. Si bien, karate es un adiestramiento dedicado a la autodefensa, empecé a cultivarlo, porque me explicaron que, sobre todo, es un arte marcial destinado al desarrollo del carácter de la persona, hasta el punto que decidir quién gana y quién ha sido derrotado no es de ningún modo su propósito final. Una ancestral semblanza del karate, lo representa como un gran recipiente de agua hirviendo que, si bien requiere mucho tiempo y esfuerzo ponerlo en ebullición, es fácil mantener después ésta, con tal de que una pequeña llama actúe sobre él, siempre y cuando esta llama sea constante.
En la gestión empresarial en general y la coordinación de equipos en particular, el aporte de este arte marcial puede ser importante, no sólo en áreas cómo el manejo y prevención del stress, corrección de hábitos, fortalecimiento de los músculos, etc. sino, lo más importante, robustecer y vigorizar el alma de la empresa e instrumento eficaz para la gestión de equipos de trabajo. Encontramos el valor del esfuerzo, la camaradería, la voluntad, el respeto, la auto-superación... además de conjeturar un estímulo para la mejora del auto-conocimiento y la auto-competitividad. Por otro lado, a través del desarrollo armónico de todas las capacidades: flexibilidad, coordinación, fuerza, resistencia, velocidad, etc., conseguiremos un enfoque mental colectivo que motivará e interesará a los colaboradores y colaboradoras. Al igual que en la superación de los objetivos profesionales, poco a poco se pueden alcanzar niveles técnicos más elevados que, junto con el progreso en el cinturón, van dando paso a nociones más directivas y de esfuerzo individual.
Uno de los motivos del probable éxito del kárate en la empresa, puede ser su papel integrador, sin objetivos, a priori, competitivos y con un carácter lúdico y divertido, pero no exento de disciplina y consideración al conjunto de personas. Aquí, las habilidades personales se resaltan, pero pasan a un segundo plano y son utilizadas para fortalecer el sentimiento de grupo. La potenciación de las actividades extra-empresariales posibilitan el apoyo en la utilización del tiempo y el desarrollo integral de los/as colaboradores/as. El karate, y cualquier deporte similar, siempre será una alternativa a las actividades formativas colaterales, donde se pueda complementar la formación continua y el reciclaje profesional del equipo. Tan solo queda estimular a esas personas para que “crezcan” en su práctica y desarrollen un espíritu sano y cooperativo con el resto de los compañeros/as, de los terceros con los que se relacionan y, en síntesis, fluir en el ámbito sectorial y territorial sonde se ubique su empresa.
Me crucé con el Karate hace ahora veinticinco años. Después de una breve estancia en un dōjō, apañé un compendio, escrito por el maestro Nakayama, alumno de Gichin Funakoshi, considerado padre del karate moderno, y hasta hoy, intentando infructuosamente traspasar la línea de "ser" banal, trivial o insignificante. Si bien, karate es un adiestramiento dedicado a la autodefensa, empecé a cultivarlo, porque me explicaron que, sobre todo, es un arte marcial destinado al desarrollo del carácter de la persona, hasta el punto que decidir quién gana y quién ha sido derrotado no es de ningún modo su propósito final. Una ancestral semblanza del karate, lo representa como un gran recipiente de agua hirviendo que, si bien requiere mucho tiempo y esfuerzo ponerlo en ebullición, es fácil mantener después ésta, con tal de que una pequeña llama actúe sobre él, siempre y cuando esta llama sea constante.
En la gestión empresarial en general y la coordinación de equipos en particular, el aporte de este arte marcial puede ser importante, no sólo en áreas cómo el manejo y prevención del stress, corrección de hábitos, fortalecimiento de los músculos, etc. sino, lo más importante, robustecer y vigorizar el alma de la empresa e instrumento eficaz para la gestión de equipos de trabajo. Encontramos el valor del esfuerzo, la camaradería, la voluntad, el respeto, la auto-superación... además de conjeturar un estímulo para la mejora del auto-conocimiento y la auto-competitividad. Por otro lado, a través del desarrollo armónico de todas las capacidades: flexibilidad, coordinación, fuerza, resistencia, velocidad, etc., conseguiremos un enfoque mental colectivo que motivará e interesará a los colaboradores y colaboradoras. Al igual que en la superación de los objetivos profesionales, poco a poco se pueden alcanzar niveles técnicos más elevados que, junto con el progreso en el cinturón, van dando paso a nociones más directivas y de esfuerzo individual.
Uno de los motivos del probable éxito del kárate en la empresa, puede ser su papel integrador, sin objetivos, a priori, competitivos y con un carácter lúdico y divertido, pero no exento de disciplina y consideración al conjunto de personas. Aquí, las habilidades personales se resaltan, pero pasan a un segundo plano y son utilizadas para fortalecer el sentimiento de grupo. La potenciación de las actividades extra-empresariales posibilitan el apoyo en la utilización del tiempo y el desarrollo integral de los/as colaboradores/as. El karate, y cualquier deporte similar, siempre será una alternativa a las actividades formativas colaterales, donde se pueda complementar la formación continua y el reciclaje profesional del equipo. Tan solo queda estimular a esas personas para que “crezcan” en su práctica y desarrollen un espíritu sano y cooperativo con el resto de los compañeros/as, de los terceros con los que se relacionan y, en síntesis, fluir en el ámbito sectorial y territorial sonde se ubique su empresa.