Parece que la crisis ha recuperado el concepto “microgerencia”. Ayer tarde, le comentaba a un cliente que andan algunos directivos y gerentes administrando con excesivo control o atención en los detalles, revisando con lupa hasta la tinta del bolígrafo. Aspectos como el consumo de papel higiénico, la luz encendida del cuarto de baño o cada cuanto tiempo se le saca punta a un lápiz, han pasado a ser fuentes importantísimas para recuperar las pérdidas y motivos para cabreos morrocotudos. No caen en que es una cuestión de continua concienciación, compromiso y responsabilidad de todos, empezando por él. Asimismo, denota una escasez de miras, de perspectivas, y una falta de preparación o experiencia en gestionar proyectos, empresas, instituciones, en épocas sensibles. He leído en algún sitio, que ahora no recuerdo, que para un decente profesional de la dirección y la gestión, no existe diferencia entre tiempo de vacas gordas y tiempo de vacas flacas (imagen de la Wikipedia).
En época de bonanza, algunos energúmenos han derrochado a diestro y siniestro los recursos de los centros de actividad que tenían asignados, ya que los beneficios o las perspectivas de ingresos eran lo suficientemente representativos como para tapar despilfarros, presuntos desfalcos y errores de bulto. Lo malo de todo es que los actuales ardores y arrebatos en los detalles, suelen conducir a caminos de organización reactivos que aceleran el negativo desenlace final. Claro que todo es importante, pero, ni hay que exagerar, ni por reducir aún más el consumo de agua de la cisterna del cuarto de baño o el tiempo del café en el office, se va a resolver el gordo problema económico o financiero que sufre su empresa. ¿Tan difícil es analizar, detectar y priorizar? Tampoco hay que confundir una política de ajustes de costes a las realidades económicas de cada momento, con una indiscriminada reducción de gastos, sin un criterio ni un plan que lo soporte. Como dice el refranero, “A perro flaco, todo son pulgas”.
En época de bonanza, algunos energúmenos han derrochado a diestro y siniestro los recursos de los centros de actividad que tenían asignados, ya que los beneficios o las perspectivas de ingresos eran lo suficientemente representativos como para tapar despilfarros, presuntos desfalcos y errores de bulto. Lo malo de todo es que los actuales ardores y arrebatos en los detalles, suelen conducir a caminos de organización reactivos que aceleran el negativo desenlace final. Claro que todo es importante, pero, ni hay que exagerar, ni por reducir aún más el consumo de agua de la cisterna del cuarto de baño o el tiempo del café en el office, se va a resolver el gordo problema económico o financiero que sufre su empresa. ¿Tan difícil es analizar, detectar y priorizar? Tampoco hay que confundir una política de ajustes de costes a las realidades económicas de cada momento, con una indiscriminada reducción de gastos, sin un criterio ni un plan que lo soporte. Como dice el refranero, “A perro flaco, todo son pulgas”.